La ciudad de Chilpancingo, capital del estado de Guerrero, se encuentra sumida en una profunda crisis de inseguridad que ha generado el cierre de negocios y una baja afluencia de personas en las calles. Este no es un hecho aislado, ya que la violencia y la inseguridad han sido una constante en la zona. El pasado domingo, la ciudad lució desolada, con escuelas cancelando clases y ceremonias de graduación, fiestas suspendidas y el mercado Baltazar R. Leyva Mancilla vacío, mientras la alcaldesa Norma Otilia Hernández intentaba transmitir tranquilidad a su equipo.
El miedo y la zozobra se apoderaron de la población de Chilpancingo. Las calles se encontraban desiertas, el tráfico desapareció y apenas se veían algunas combis y taxis circulando, ya que pocos choferes se atrevieron a trabajar. Los negocios en la plaza Cívica no abrieron, y en el zócalo apenas había personas. Las rutas de transporte público hacia y desde Chilpancingo suspendieron el servicio, afectando a la comunidad de Petaquillas y a los municipios de Chilapa y Mochitlán. Incluso el sábado, cientos de personas caminaban por las calles en busca de transporte para regresar a sus hogares.
La situación de inseguridad en Chilpancingo refleja un problema profundo que afecta a la sociedad guerrerense. La falta de seguridad ha llevado al cierre de negocios, al temor de la población y a la paralización de actividades cotidianas. Las autoridades locales y estatales deben tomar acciones contundentes para enfrentar esta crisis, garantizando la seguridad de los ciudadanos y trabajando en estrategias integrales que promuevan la paz y la tranquilidad en la región.
